Se denomina "milagro japonés" al crecimiento económico vivido por dicho país desde los años 1960 hasta los años 1980.
La situación de Japón tras la segunda guerra mundial era mucho peor que la de Alemania: además de ser un país empobrecido y en el que casi la mitad de la población estaba dedicada al sector agrario; había perdido los territorios coloniales de Taiwán, Corea y Manchuria, en los cuales había invertido mucho capital. Por otro lado, la marina mercante, había desaparecido y las exportaciones se habían reducido al 8 % de los niveles alcanzados antes de la guerra.
La derrota dio lugar al regreso de 6 millones de refugiados a un país que había sido superpoblado tradicionalmente y que mantenía unas altas tasas de natalidad (34.3 %) y unas tasas de mortalidad, cercanas al 10%, lo que daba lugar a un incremento de la población.
En cuanto a la producción agrícola japonesa, sufrió un fuerte descenso, puesto que el consumo per cápita se redujo a 200 gramos diarios aproximadamente, lo que se tradujo a una subida de los precios. Por otro lado, la producción industrial solo suponía el 20% de la media de 1939-1944, aunque la mayor parte de dicho producción era militar y por lo tanto ineficaz para el progreso del país.
Hasta 1953 Japón no recuperó el PIB anterior a la guerra. Sin embargo, más adelante tuvo durante la época dorada las mayores tasas mundiales de crecimiento, cercanas al 8.5% anual.
Los pilares del crecimiento económico japonés fueron:
La reforma de las estructuras políticas y económicas japonesas y el conflicto de Corea, inclinaron a los EE.UU. a apoyar la recuperación económica japonesa, al igual que hizo con Alemania. Los dirigentes políticos, empresariales y sindicales percibieron pronto las ventajas de participar decididamente en la expansión del comercio mundial. Su participación inicial consistió en la exportación de productos intensivos en trabajo relativamente barato.
Las reformas políticas transformaron a Japón en una democracia de tipo occidental, con el mantenimiento del emperador como figura meramente simbólica. Las trasformaciones económicas, comenzaron con una reforma agrícola, cuya finalidad consistía en castigar y neutralizar a las clases propietarias rurales y consolidar explotaciones familiares sostenibles. Otras de las reformas económicas fue la imposición del liberalismo clásico.
Se facilitó la recuperación de la industria básica a través de créditos concedidos por el Banco de Japón, aunque dio lugar a una altísima inflación, haciendo que el yen pasara de 4 por dólar antes de la guerra a 360 en 1952.
Las reformas también abarcaron al mundo de la empresa, permitiendo la mejora de los obreros (reconocimiento de los sindicatos, derecho a huelga y de negociación colectiva, vacaciones pagadas, regulación del despido) y la separación de las grandes corporaciones (los zaibatsu) que dominaban el sistema bancario y la industria pesada.
Un cambio importante, fue la disolución del ejército japonés, que permitía eliminar un gasto importante y dedicar el dinero ahorrado a inversiones productivas.
Otro de los aspectos favorables para este país fue la Guerra de Corea (1950-1952), Japón se convirtió en aliado de los surcoreanos y su territorio en base inestimable de operaciones para los estadounidenses.
La guerra dio lugar a una enorme demanda de bienes y servicios, añadida a la que ya suponían los gastos de las tropas de ocupación.
Se produjo una abundancia de los actores clásicos de producción, capital y trabajo.
La economía japonesa funcionaba a través de una estrecha conexión entre los grandes zaibatsu y el Ministerio de Comercio Exterior e Industria, que se traducía a una colaboración entre el gobierno y las grandes empresas con la finalidad de favorecer las inversiones en los mejores sectores empresariales.
El control del gobierno sobre el comercio exterior y sobre los movimientos de capitales fue estricto hasta principios de los años sesenta. Más tarde, se produjo una rápida apertura que permitió a Japón a entrar a formas parte del FMI (1962) y de la OCDE (1964).
En la década de los sesenta se reforzó el yen y se dejó de importar tecnología, por lo que las reservas de divisas crecieron rápidamente.
Todo ello explica el ascenso de Japón a superpotencia mundial y la constante expansión de su economía.
Actualmente, la economía de Japón es la tercera mayor a nivel mundial, tras los Estados Unidos y China. La cooperación entre el gobierno y las industrias, la costumbre japonesa del trabajo duro y el dominio de la tecnología han llevado a Japón al éxito económico del que disfruta hoy en menos de medio siglo.
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